JFICI

|
Bueno, como estoy pasando por unos días que tienen una generosa cantidad de ajetreo, voy a subir algo simple: las diferentes películas que vi en mi estadía, y otras que recomiendo igualmente.

Hanami Cerezos en Flor




No es ningún secreto que me encanta la película Sabiduría Garantizada (Erleuchtung Garantiert) de Doris Dörrie, un filme que no puedo alabar sin llegar al punto de parecer un pelotudo. Así que dejémoslo en que la recomiendo, aunque sea una pizca lenta si no tenés experiencia en películas sin Adam Sandler.
Cerezos en Flor fue dirigida por la misma fraulein, contando otra historia situada en Japón. Es interesante ver como cambia la temática en virtud de los ocho años entre una película y otra.
Aunque Cerezos... sea un poco más letárgica en su paso, me sigue pareciendo una buena película para quién le agraden las obras con este nivel de sobriedad.

La pueden ver toda en YouTube, así que joya.

Chaser





Un thriller coreano, veanlo con una botella de agua a mano para tratar de bajar los güevos que los van a tener en la garganta. Impresionante película.

La pueden ver en YouTube, y si les copa, también vean
Memories of Murder, del mismo director (tal vez.) Yo la vi en
I-Sat antes de venir a Japón, así que ponganse las pilas ustedes si la quieren encontrar.




Love Exposure



Un ponja de una familia católica pierde el respeto de su padre por no tener pecados de los que confesarse. Entonces, se embarca en la misión de ser cuan hijo de puta pueda ser. 

Después subo más!

El sueño del pibe

|
Lo único que requiere el siguiente video es contexto.
En ese pequeño escape a Corea (del Sur), quisimos empaparnos con la riqueza de la cultural local. No había de faltar, por ende, atestiguar un partido del deporte nacional. Es decir, Starcraft (es un jueguito de computadora, mamá.)

Por lástima, nos informaron que era pretemporada y que ahora se estaban repartiendo los grupos para el torneo apertura, pero que podíamos ver la selección de equipos.
De alguna manera u otra, terminamos llegando a un estudio de televisión repleto de colegialas histéricas. Una extranjera que laburaba de fotógrafa (y seguro también de groupie) nos explicaba que venían todas las figuras a este evento y que su cuadro prometía esta temporada. De repente, la contraparte coreana y nerd de Quique Wolff anuncia algo inintelegible, pero decididamente enfático, y la multitud ruge.

Les otorgo solo unos segundos de aquella procesión de aces del teclado; denle bienvenida a este barrilete cósmico, andá a saber de qué planeta vino:

El sueño del pibe from Adam Nasimoff on Vimeo.


Pasando a otro tema, les presento la cadena Kappa Sushi. Contarles acerca de los restauranes de sushi con cintas transporadoras sería un insulto a su inteligencia. 
Lo que les pido es que observen la carácteristica peculiar de este establecimiento:

Paso Uno
Ferrocarril Este from Adam Nasimoff on Vimeo.


Paso Dos
Expreso Oriente from Adam Nasimoff on Vimeo.


Para tener un sistema así necesitás un muy buen makinista. (Denme 25 minutos que me pare de cagar de la risa.)

Les agrego un video que saqué en Kyoto - sueno un poco falto de aire porque andaba corriendo a la estación de tren.


De extra, está semana florecieron los cerezos, y es Una Cosa Importante acá en Japón. Las cadenas de música nos bombardean con canciones, y una atravezó mis defensas. No me la puedo sacar de la cabeza. No ayuda que el videoclip sea copadísimo.

N.B.: Es el videoclip original.
N.B. II: Tiene subtítulos en inglés en la parte de arriba.
N.B. III: Están hechos muy por arriba, en una de esas yo te los dejo más piola.
N.B. IV: Toda y cada canción acerca de los sakura es exactamente igual en temática, pero, una vez más, ésta compensa en onda.

Segundo movimiento: Fiebre amarilla

|
Una tarde en Corea del Sur - mi última tarde en Corea del Sur, de hecho -, mis compañeras de viaje convinieron en que necesitaban usar colectivamente el tocador. Justo pasabamos por enfrente de un edificio que hospedaba restaurantes y cafés en la planta baja - un arreglo típico de Asia -, y optaron por utilizar los lavabos de este shopping venido a menos. 

Ingresamos, y luego de una corta reconnaissance, hallaron los toilettes en el primer subsuelo. Diligentemente, las esperé en el otro extremo de las escaleras mecánicas, en la planta baja. 

Cansado por un largo día de largos viajes en largos trenes, observando el ir y venir de coreanos anómicos a un Coffee Bean aledaño, emprendí un viaje mental a la comarca de Babia.   
De repente, una voz me arranca de mis pensamientos acerca de musarañas. "They get the inconvinient one here for a change, eh?" me dice esa voz, con un conspicuo acento anglosureño.

"Mh?", murmuro, todavía ensimismado. Giro 180°, y ahí está, como siempre va estar impreso en mi memoria, ese menudo señor de pelo cobrizo, con esa filosa nariz británica, y esos impasivos ojos aguamarinos. Debía de tener alrededor de 30 y largos. Cara de nada.

"We always have to go up or down a floor to get to the loo ["baño", mamá] -, though in this place they have to go down to the basement while the boys' room is on the main floor," aclara el señorcito. 
No llegué a percatarme en que tan dicotomicamente separaba a los sexos. En ese momento en particular, mi concentración estaba abocada en su voz, que tenía ese tono borroso y corrido, como un reportero de la BBC o una tuba parlanchina, pero sin la gracia de un instrumento de viento animado.

Creí entender la situación inmediatamente. En Asia, cada extranjero es un nene perdido en el Sheraton a donde te llevaron tus viejos mientras ellos van a una conferencia. No se supone que estés ahí. Y cuando encontrás a otro pibe en tu misma situación, no importa de dónde venga, o si sus juguetes están buenos, o si habla el mismo idioma que vos - encontraste un cómplice. En mí, el señorcito inglés vio un cómplice en el allanamiento del Oriente.

"True, true," contesté sin más, y volví a mis rumiaciones.

Pasaron algunos segundos mudos, y esta figura seguía al lado de mí. Me imitaba, mirando al mismo punto indefinido en el horizonte que yo. Sinceramente, no deseaba compartirlo -- después de todo, era mi punto indefinido en el horizonte. 
Decidí seguirle la corriente - tal vez él estaba esperando que una coqueta dama dejase de usar el baño, tal vez esperaba que sus amigos saliesen del Starbucks contiguo - ¿qué mal podía hacer con un poco de conversación de ascensor?

"Well, if you think about it," dije, "it's not actually that convinient." El inglés quitó su vista de nuestro mutuo punto indefinido, que ahora no era de nadie. "Because, you see, there's a big food court downstairs - so the ladies have the most comfortable facilities in relation to that place."

"Heh, you may be right," concedió. Su "right" fue más un "roit."

Volvimos a nuestro añorado punto en la distancia.

"Those Korean girls sure are pretty, aren't they?", levantó el británico, señalando a la selección de muchachas que compartían un cortadito y una charla en el Coffee Bean (que en Asia se llama Coffee Bean and Tea Leaf, fuera de joda).

Su comentario me descolocó un poco, en parte porque soy tímido y en parte porque había más saña que gusto en su manera de decirlo.

"Uh, sure -- I mean, yeah. Very different from Japanese girls though."

"Oh? Which one d'you like best?" Su voz no tenía el estúpido y amable candor de muchos ingleses. Sonaba como si estuviera constantemente ofendido.

"Well, Korean girls, I suppose. Japanese girls dress up -- like dolls, really. I find Korean girls to be Westernized - uh, in a good way, I mean. I can relate better to a woman who wears a sweater and a pair of pants when it snows, rather than a mini-skirt and pumps, I suppose."

Noté que no prestó mucha atención a la última parte. "Oh, yeah, much too Westernized. I've been trying to marry a Korean girl for so long and they are just so posh." El inglés no trataba de decirlo en tono jocoso, no buscaba mi simpatía, solo me lo decía. "I've spent literally millions in trying to marry one," reveló con un tono funesto.

"Of Won? Or pounds?" intercedí con un chiste, mientras trataba de ver si ya estaban subiendo las chicas.

"Of Won," respondió, elongando su boca más que sonriendo por mi comentario. "And if I don't find a wife soon I may just run out of money. I make a good figure working at the University, but it all goes into dates, dinners at fancy restaurants, flights to Jeju Island..."

"H-how's work at the University? Is it here on Seoul?", pegué un manotazo (figuradamente.)

"I've been working at the U for eight years now. I got a job here for the very purpose of finding me a Korean wife, I had thought it would be much easier to do it here than in London, wouldn't it? I 
only fancy Korean girls." Mi imaginación estaba vertida en recrear esos ocho años. Ocho largos años en la soledad absoluta que debe tener un ser como él; solo, en compañía únicamente de esa mente tan monótona. Me imaginé esos ocho años como un bloque de tofu, insaboro, grumoso, inconsistente. "I've tried it all:" siguió, "internet dating, blind dates, clubbing, socialite parties... the only thing I've yet have to try is a marriage agency, but the signing-up fee for one of those is about 5,000,000 Won, and I don't have that kind of money at hand."
"Marriage agency?", inquirió el masoquista dentro mío.

"Yeah, these fellows set you up on dates until one of the girls marries you."

"Maybe you just need to let it happen? You know, by itself?", le imploré a la condición humana.

"Oh, but you need to make it happen. You see, I always have trouble breaking the ice, so I've developed a technique. See, take those two pretty ladies sipping their coffee over there," señala a la cafetería, no puedo distinguir de cuáles me habla, "I couldn't just barge in, interrupt their conversation, maybe they were just trying to get a coffee or chat with their friend." No decía estas cosas como implícitas en el sentido común, sino que me las confiaba como le explicarías la teoría de la relatividad a Goofy. Eran iluminadas epifanías que superaban el orbe de la razón de nos meros mortales.
"So I have this text message stored in my cellphone - that I've sent to myself a long time ago," agrega con la picardía de un hipopótamo. Produce su celular y me muestra un SMS en coreano. "So I take a nearby seat - it takes a lot of practice to make it look natural, you need to buy something to drink and all, and if they ask you what you're doing in the coffee shop you can't say you are waiting for a friend because when he doesn't come it's suspicious - so I seat down near the ones I like, order, wait a few minutes - I always check if they are about done with their coffees before I sit down, otherwise they get up before I can get ready - and then I show them the message and ask for them to translate it for me." Sonrié ahora de verdad, sus ojos brillando con orgullo. "So this way, you see, I know if they can speak English and how good it is, they see I'm a college professor - see, it says so in the message, a Dr. Lee requires me for a staff meeting, and then we probably strike a conversation."

Quería liberarlo. Lo que más quería era poder eximirlo. Decirle que se interne en un psiquiátrico, que se baje un bidón de lavandina, pero que busque como escaparse de ese tormento perpetuo que era ser él mismo.

Las chicas regresaron lentamente, tan lentamente, por las escaleras eléctricas. Miraban a mi compañero con curiosidad.

"Good luck with your thing", logré decir, y miré a las muchachas de tal manera que les informé que nos estabamos yendo de ahí.

Sus palabras de despedida: "Well, if this doesn't work I plan to move to Japan and try luck there. Cheers, mate."




Mañana: una entrada menos patética.